jueves, 5 de noviembre de 2015

Valag



Jorge era especial, tenía mala suerte, siempre tenía mala suerte. Pero no se lo tomaba a mal, simplemente iba pasando por todas las desgracias inimaginables con una tímida sonrisa tensando su boca.

Cuando a los cinco años su madre se fué de la casa de la familia para irse a vivir con un malabarista, Jorge, no lloró, cierto es que preguntaba a su padre acerca de cuales habían sido las causas por las que ahora los espaguetis con tomate no tocaban solamente los lunes, también los miercoles y los sábados. Era su forma de indagar, con cautéla, sin herir los sentimientos del adulto, sobre porqué se había ido su mamá. Pero parecía llevarlo bien, no protestó a la hora de volver al colegio.

Las cosas se pusierón algo más serias cuando llegó a la secundaria, comenzó a suspender asignaturas y a los demás niños no les agradaba su tímida sonrisa. Además los profesores apenas se dieron cuenta del bulling del que empezaba a ser víctima.

Después la adolescencia no le trató con mucho tacto, a pesar del que tenía él con las chicas, siempre le daban calabazas, o más bien se las tiraban a la cabeza gritándole las barbaridades menos aptas para un oido sensible. Sin embargo la tímida sonrisa no desaparecía.

Cuando murió su Tia Florinda, con la que se llevaba especialmente bien, fué incapaz de verter una lágrima por ella. A aquellas alturas su cabeza era una auténtica tortura. Que si porqué no puedo llorar, que si veo los problemas pero no los siento, nadie se da cuenta de todo mi esfuerzo, se creen que puedo con todo, se creen que soy de piedra, me toman por el pito del sereno, nadie se preocupa por mi, etc.

Pero no lloraba, no, ni parecía ponerse triste. Lo único que se acertaba a comprender de su carácter era una especie de preocupación sempiterna entre sus cejas, justo por encima de su tímida sonrisa.

Le costó mucho esfuerzo terminar los estudios, sobre todo contra el profesorado que le hacía la vida imposible.

Si montaba en bicicleta se le rompian y caían los pedales, si iba de viaje el tren sufría retrasos, si de escalada comenzaban las tormentas. Su primera motocicleta, a la semana, tenía el depósito lleno de arroz. El primer coche siempre aparcado justo bajo los nidos de las golondrinas, palomas e incluso gaviotas. Un desastre vaya.

Al hacerse mayor consiguió un trabajo de fotógrafo, comenzó en una revistilla de barrio, poca cosa pero él era muy bueno, lo suficiente como para que alguien le ayudase a realizar el sueño de su vida, irse a Africa en una aventura expeditiva.

La sorpresa se la llevó al encontrarse con los chamanes de la tribu hujukiyi, unos tipos con circulitos y estrellas azules y amarillas dibujadas en la cara, que al verle en mitad de la selva le rodearon y raptaron sin muchas reticencias por parte de su equipo, por otra parte era normal, ya que allí donde ponían el campamento las serpientes entraban en las tiendas, las conservas se ponían malas y los mosquitos dilapidaban las fuerzas vitales de cada uno de los componentes.

Los hujukiyi le llevaron a una cueva, entonaron cánticos a su alrededor, escupieron fuego cerca de su rostro y le administrarón un brebaje mágico con el que vió un monstruo atroz, con tres caras, sobre su cabeza, que aspiraban algo que emanaba de su propio cuerpo. Le conminarón a recitar una especie de mantras y a bailar con ellos, casi a punta de lanza. Cuando la debilidad se fué adueñando de su ser, tras unas cuantas horas de ritual, juraría haber visto, entre la obscuridad y con una somnolencia viscosa, cómo el monstruo cogía las de villadiego.

El equipo explorador, arrepentido de haber dejado que el rapto tuviese lugar, decidió que aún a un gafe se le deben ciertos respetos, así que selva arriba selva abajo consiguieron un interprete para la zona y le buscarón avidamente.

Cuando tomaron nuevo contacto con los chamanes de la tribu hujukiyi, de inmediato, se apenaron por el pobre Jorge, estaba tán compungido que era imposible no sentir empatía por el.

Todos se acercaron, el interprete tambien, y los chamanes, lejos de parecer enemigos, comenzarón a dar explicaciones:

-Este tipo tenía un monstruo valag sobre su alma. Si no se lo hubiesemos sacado de encima hubiera seguido alimentandose de su tristeza toda la vida, metiendole en lios para conseguirla. Los monstruos valag son peligrosos, provocan incluso terremotos o inundaciones alrededor de sus presas a las que utilizan como si fuesen vacas y sus emociones la leche que emana de ellas. Nunca se debe permitir la presencia de un monstruo valag sobre nadie, por eso le raptamos, pués si se permite seguirá creciendo y creciendo.

Jorge por su parte lloraba y lloraba, todas las preocupaciones de siempre, al fin, tenían respuesta, pero no sólo la de sus ojos sino también la de aquellos que estaban cercanos.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Luna llena

Que luna tan preciosa, ilumina las aceras, las hojas de los árboles, las ventanas de los que se fueron a dormir. -Luna, siempre me acompañas en las noches de otoño, y en las de primavera. Quién fuese poéta, aquí, ahora mismo, para escribirte mil poemas, para tener el dón de hacerte sentir una pizquita de lo que me haces sentir tú a mi.- Creo que te olvidas de que no siempre soy tan buena, amigo, puede que yo te haga sentir, pero... -Bua, ya sé lo que dicen de tí, que si las mareas, que si las frustraciones, que si los hombres lobo. Y no digo que no tengan razón. Fijaté el bobo que andaba tras de mí, se creyó gato e intentó saltar como yo al otro tejado.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Cuadros

Desde que se había mudado a aquella mansión no pegaba ojo. Cada noche le faltaba algo distinto, que si un anillo, que si un florero... Pero no había manera de pillar al ladrón, nadie sabía como entraba, ni siquiera los del seguro. Por faltarle le faltaban hasta los sanwiches de la nevera. Pensaba que quizás la mansión tuviese algún pasadizo secreto, pero llevaba ya tres semanas allí y quien fuese no parecía ir más allá, aunque era muy inquietante. En fin, mejor cambiar los cuadros de las habitaciones, sobre todo esos dos tán parecidos, esos que tenían dibujado un comedor tan realista. Conservaría los marcos, esos si, que debían de tener la tira de años, incluso creyó recordar haber visto algo parecido en la biblioteca del primer piso, la que tenía libros de brujería. Era tarde, pero inquieta como estaba era el momento oportuno, primero el del pasillo, por una fotografía de Siberia. Y así lo hizo, pero escuchó un tropezón en el comedor y se asomó, no parecía haber nadie, en fin, ahora el otro por el desierto del sahara....

El hombre lluvia

El hombre lluvia era como le conocian todos en la ciudad. Siempre iba con paraguas y siempre tenía un círculo de lluvia sobre el. Alrededor, hiciese el tiempo que hiciese, las gotas salpicaban chorreantes formando pequeños charcos a su paso. En invierno era menos evidente, pero siempre curioso. Aquella tarde ella se atrevió a acercarsele, llevaba tiempo pensándolo. - Disculpeme, no he podido evitar sentir curiosidad por usted, aunque no quisiera ser insolente, pero... ¿No siente melancolía siempre bajo la lluvia? Quisiera hacerle la tarde un poco más grata. He traido algo de música que me gustaría compartir... -Chiquilla, fijate bien, es verano y en verano siempre llevo un arcoiris conmigo.

pesadilla

Siempre tuvo pesadillas, pero pesadillas pesadas. Desde que tenía uso de razón las personas que veía de día parecían transformarse en obscuros monstruos y demonios por la noche. Quizás por la rutina o quien sabe por el frío de la habitación, la dureza del colegio primero y del trabajo después, las prisas, el estress, el futuro incierto... Pero esa noche, se le aparecieron todos, todos juntos, uno detrás del otro, y lo que parecería insoportable, abismalmente atroz, transformaría su percepción para siempre. Esa noche era distinta al resto, porque esa noche era más real que ninguna otra: De alguna forma había tomado conciencia de estar durmiendo, quizás era la rutina, quizás el frío, la dureza del trabajo... Pero su ego estaba presente, dandole con la almohada de forma entusiasmada a cada uno de los fantasmas mientras gritaba... ¡Una primitiva premiada!

La abuela



Joroba estos dos, están a repartir una castaña. Que si te lo cuento, tener no tienen un chavo, se tienen el uno al otro eso si, a ver lo que les dura. Si mi Manolo levantase la cabeza... Si es que no tienen casa, y el chaval está mu majo, todo hay que decirlo. Si no fuese por la edad que tengo... Si es que esta Marujita se trae de cada maromo. Claro, con esto de que ya no hace falta casarse... Pués se lleva lo bueno de la vida y lo malo lo esquiva. Que envidia, yo a su edad andaba cambiandole los pañales a su tia, y los de su madre hacía años que habían empezado la escuela. Y esos vicios, que yo tenía que esconderme para dar dos caladas. Humm, aunque no sé, eso de que el tabaco lo ponga ella... Eso no trae nada bueno, en mis tiempos los frutos de mi trabajo se quedaban patentemente a mi lado y lo mio era mio y lo de mi marido tambien. Pero ahora... Pobre chiquilla, trabajando fuera pa invitar a este a fumar tabaco, ni niños ni na. Cuando llegue a mis años lo mismo se queda sola, pero sola de verdad. Si no fuese por la edad que tengo se lo demostraba, le guiñaba el ojo al tipo este y me lo llevaba a dar una vuelta. Seguro que al volver Maruja se daba cuenta y dejaba de poner las perras.

-Abuela, ¿Que tal está al sol?

- Ay hija mia, si yo tuviese tus años, pero sabiendo lo que se claro.

En el nombre del cactus

Hace algunos años, en una casita soleada en los límites de Getafe, vivía una pareja de enamorados. Paco aventajaba a Pedro en edad, tan solo un par de años, pero eso le hacía tener la posición predominante; él era el que con tán sólo 26 años llevaba la carga económica al recién fundado hogar. Por las mañanas, a eso de las cinco de la madrugada, se levantaba, se duchaba, desayunaba y , tras vestirse, se iba directo al trabajo en la fábrica, a colocarle las fundas originales a los móviles. Pedro, por su parte se quedaba dormido hasta buena parte del mediodia. Cuando se conectaban en internet con sus aparatitos 4 g, Paco, siempre procuraba olvidar todo lo malo del dia; Por eso apenas le salían las palabras, y cuando le salía alguna, siempre era tosca y mal agarrada, asi que la tecnología no les servía de mucho; Pero después, corría a casa, a tiempo para llegar justo cuando Pedro comenzaba a cuidar de las plantas. Pedro, comenzó teniendo clavellines, pero se le quemaban, después intentó tener enredaderas, pero más de lo mismo. Ni la hiedra crecía en aquella amplia terraza a pesar de sus esfuerzos, y Paco siempre mirándole, quieto, inmovilizado, tratando de olvidar su dura jornada, frente al televisor durante horas, un día tras otro, sin apenas salir siquiera a tomar una cerveza. Las cosas llegaron hasta tal punto que Pedro comenzó a sentirse muy solo, comenzó a despertarse por las mañanas a la misma hora que su compañero, pero tán sólo para llorar, y cuando este volvía seguia llorando. Paco le trajo dos fundas de movil a Pedro, tenían dibujitos de cactus; Pedro cogió la idea al vuelo, comenzó con una de aquellas plantitas, luego media docena, la docena entera... En fin, la terraza entera llena de cactus, de diversas formas, tamaños, especies. Y Paco con su sonrisa forzada y tan parco en palabras como siempre. Pasado un año, Paco quiso cambiarle a Pedro la funda pero él se negó. Comenzó a cultivar una especie nueva de cactus, de color verde azulado, redonditos, con gajos casi como los de las naranjas, y con unas florecitas como rosa pálido se los había regalado la vecina del cuarto. Aquél se pilló tál mosqueo que pisoteó toda la nueva especie, no pasaron ni tres horas cuando comenzó a dormir con unas fuertes pesadillas: soñaba que estaba en el desierto y que Pablo venía a regarle, si, a regarle... y él se había convertido en un cactus. Pedro se preocupaba por él y le entendía, era la unica persona que había y le entendía atrapado en la forma del cactus, le consolaba y trataba con fidelidad... Cuando despertó en el hospital, allí estaba él, llorando sobre la cabecera de su cama. "Has tenido una crisis nerviosa, hemos tenido que sedarte, necesitas un cambio de aires" Le dijo un médico con bata blanca y estereoscopio, como los de antes. En cuanto le dieron el alta, Pedro donó todos los cactus al jardín Botánico, Paco dejó el trabajo en la fábrica y se fuerón los dos de vacaciones a los Pirineos a coger aire fresco y energía. La iban a necesitar para buscar una nueva vida.

La bestia



-¡Ya viene! ¡Ya viene! ¡Corred, corred todas!

-¡No puede ser! ¡Otra vez no! ¡Apenas nos ha dado tiempo a recomponer los senderos, a marcar los hitos de los caminos hacia las verduras!

-¡Corred! ¡Corred todas! ¡Viene tan certeramente hacia aquí que todas podemos sentir a la bestia en el temblor del suelo! ¡Corred por vuestras vidas y sed prudentes y quedaos en casa las que podais!


-La bestia ruge tan fuerte que nuestros techos tiemblan sobre los retoños
-La bestia desmorona el orden ancestral de las estaciones y hace que torrentes de agua se desborden sobre la puerta de casa y que el viento se huracane hasta borrarnos de la superficie de la tierra.
-La bestia no tiene piedad y pone en peligro la supervivencia de las más ávidas guerreras.


Maria del Mar, en el patio de su casa, ignorando el lenguaje mismo de las advertencias, se encontraba desenroscando su cuerda preferida de saltar a la comba.

Cómo cada día, a estas mismas horas, se proponía batir sus propios records.


-Me la ato en una muñeca, me la ato a la otra... Ya está, y ahora a saltar...

-Uno, dos, tres...


Mientras tanto en el interior se podía sentir el temblor de cada sonido:


(UUUuunnnooo.. PLum. DDDOOOOoosss...Plum....TREeeesss PLum).


Las hormigas aterrorizadas no se atrevían a salir, solamente una superviviente había sido capaz de volver al hormiguero para poder contar cómo había sido lanzada hasta la pared que había tras las tomateras.
 

Mudanza



Cómo ya somos cuatrocientos en el grupo han decidido hacernos una mudanza, no es que no estuvieramos cómodos, es que dicen que vienen muchos más. Cosas del destino, espero que la dueña cambie de habitos y decida hacer grupo mixto, más que nada porque desde aquí veo los colores del otro grupo y me sobra chispa. Especialmente me gustan las líneas que puedo divisar desde la reja marrón del sitio que habitamos.

Enfrente tenemos la alegría y la diferencia, que estamos los cuatrocientos algo cortados por el mismo patrón y resulta muy aburrido.

Me encantaría compartir un lugar oscurito sin pasar demasiado frio ni calor, entre la juerga de los que no tienen marca. Que está bien que los Bic seamos los mecheros preferidos, pero me aburre el clasismo del estanquero.

Si por lo menos la dueña comprase los cartones de tres en tres, en vez de de seis en seis, seguro que saldríamos ganando.

La familia perfecta



En el comedor, tras las cortinillas naranjas, esas traslucidas que se movían con el aire, estaban Marco y Aurelia; llevaban poco tiempo viviendo juntos, así que hablaban casi de todo, intentaban sentar las bases de "Algo sólido".


Cristina, cómo buena cotilla que era, aprovechaba los escasos 3 metros del patio interior que separaban su reciente "Cuarto de estar" y el comedor de la pareja. Ella siempre había tenido sus inclinaciones, pero realmente cualquiera pondría oidos a aquel par de heavis del amor.


Aquella misma mañana, por ejemplo, Marco, se había atrevido a preguntarle a su novia por sus relaciones anteriores y ella, ni corta ni perezosa, le había estado contestando sincera y abiertamente.
La conversación había seguido con las relaciones de él y, ahora, entre el olor de la coliflor y la labor de punto primorosa de la vecina indiscreta, seguía como sigue:


-Yo no creo que seas machista, lo que pasa es que habeis tenido los oidos convenientemente abiertos a lo de que la mujer tiene que trabajar, por eso ahora nos va cómo nos va.
-¿Y eso que tiene que ver con lo que te he contado?
-¿No me estabas contando porqué lo dejaste con Luisa?
-Si, porque era estrecha de miras y no quería hacerlo encima.
-Pués eso.
-No te entiendo.
-Mira, en realidad es muy sencillo: Si la mujer no hubiese tenido acceso al trabajo no habrían bajado los sueldos, si no hubiesen bajado los sueldos no haría falta que trabajasen dos personas fuera de casa; entonces las familias no hubiesen ganado la misma cantidad de dinero, las casas no habrían podido subir tanto de precio en el mercado y ahora no sería indispensable que las dos personas trabajasen para poder tener hijos.
-Estoy de acuerdo, por eso no quiero tener hijos.
-Claro y por eso digo que yo no creo que seas machista, si fueses machista querrías que las cosas volviesen atrás, o peor aún que tu novia o tu mujer trabajase fuera y dentro de la casa más que tú.
-Tu sabes que me parece bastante serio, sin tener hijos, tener que trabajar doce horas y volver a casa a fregar los platos.
-Claro pero Luisa escuchó hablar de los neomaltusianos en la cafetería, de hecho te lo comentó.
-Si...
-Y ella se pensó que tú ya te habrías informado y que querías tener niños. Venía cansada del trabajo y se mosqueó porque se vió sobrecargada.
-Los musulmanes tienen la culpa de que cortase con Luisa.
-Bueno de todo se puede aprender, yo contra los neomaltusianos abogaría por la familia triparental.
-¿Eso es nuevo?
-Si, de mi cosecha, resulta evidente que con las lavadoras, frigoríficos, comidas precocinadas, microondas y demás, ya no existe el acuciante trabajo del ama de casa y una persona puede hacerse cargo de más tareas o personas en ese aspecto.


Cristina se comía un bollo de chocolate y rezaba porque soplase el viento para ver la cara de Marco, el silencio parecía decirle que estaba sonriendo.


-Siempre que me toque con dos hombres, claro, y que yo sea una de las personas que trabaja fuera. No es que no juegue con la idea de tener niños, es que no tengo buenos recuerdos de cuando le tenía que limpiar los mocos a mi hermana.


Seguro que Aurelia había conseguido borrar la sonrisa de su novio, en boca callada no entran moscas.